Había prometido tomarme vacaciones hasta el lunes... pero no pude. El jueves por la noche, escuché algo que me alarmó: una conocida que estudia en Rosario (pero que es de Teodelina), me contó que cuando se fue a estudiar su proyecto era claro: terminaba y se volvía. Acá quería poner su consultorio, casarse y tener a sus hijos. Pero, desde hace un tiempo a esta parte, su idea fue cambiando... Adora a su pueblo, pero lo ve cada vez "más muerto" y sin un rumbo cierto. Y no quiere que sus hijos nazcan y crezcan en un pueblo que no los contiene. Y terminó con una puñalada certera: "por un lado, tenemos el aire puro y la vida tranquila. Pero... dentro de cinco años... ni la vida tranquila va a quedarles. A como están haciendo las cosas, Teodelina no gesta nada para contener a la juventud. No hay proyectos serios de cultura ni nada que se le parezca. Por eso... ¿para que voy a volver?". Así pensaban, seguramente, los jóvenes de muchos pueblos de la región hace diez años. Y esos pueblos, hoy, son algo similar a un cementerio. ¿A eso queremos llegar?. De mi parte, no. Y es por eso que escribí lo que sigue. Pido disculpas a quien no esté de acuerdo conmigo. Pero necesitaba hacer catarsis ante esto. Yo me vine a vivir a Teodelina porque amo este pueblo. Y como todo lo que amamos, jamás querríamos asistir a su funeral.